En plena era de la transformación digital, la velocidad de crecimiento de la tecnología es exponencial, mientras que las organizaciones y la sociedad en general nos movemos con una velocidad casi lineal, siendo el impacto de estas tecnologías sobre las organizaciones trascendental.
El reto se haya en acompasar los procesos de negocio en las cadenas de valor de las empresas a la innovación digital, transformándolos, y así aportando mayor eficiencia y efectividad. Para ello será necesario aunque la digitalización sea un proceso global debemos definir una estrategia desde el ámbito local.
Un ecosistema de innovación
Un ecosistema de innovación es lo que diferencia la capacidad de generar riqueza de un territorio frente a otro. Un entorno favorable con sus diferentes elementos bien engrasados que se interrelacionan entre sí en equilibrio. Normalmente es la evolución «natural» de los clusters empresariales que Michael Porter definió en los 80 como «concentración geográfica de empresas y agentes relacionados que compiten en el mismo sector de operaciones».
Allí, empresas tractoras, agentes e intermediarios, centros de conocimiento, universidades e, incluso, consumidores intervienen en su propio interés y, de rebote, en el de los demás. Almussafes en Valencia con la Ford o en Vigo con la Citroën, el triángulo entre Elche, Elda y Villena con el calzado, la Rioja con las bodegas de vino, el polo químico de Tarragona… A partir de las grandes fábricas, se van avecinando empresas auxiliares proveedoras de componentes, de materias primas, de servicios de valor añadido, de consultoría técnica y tecnológica… hasta oficinas bancarias a la captura de negocio.
La cadena de valor de la innovación
Estas organizaciones forman parte de la misma cadena de valor y compiten en el mismo mercado. La gran ventaja es que pueden generar economías de escala y capacidad para replicarse en otros mercados, a partir del desarrollo de nuevas alianzas y colaboraciones. Por tanto, un ecosistema de innovación tiene varios componentes: talento, cultura, acceso a capital y un marco jurídico adecuado.
La articulación de una “triple hélice” (universidad-sector público-sector privado) permite trabajar en conjunto para mejorar el ADN de la sociedad. ¿Hacemos mejores ciudades para hacer mejores negocios, o mejores empleos suponen mejores ciudades? Porque un Ecosistema de Innovación no solo tiene su base en las startups sino también en las empresas ya establecidas que deciden intra-emprender.
Un empleado emprendedor exitoso es aquel que transforma las ideas abstractas en ideas comerciales rentables, un proceso que las empresas empiezan a promover dentro de sus muros (o fuera de los workplaces) pero que requiere de la opción fundamental de perder el miedo a fallar. Se necesita pasar por las diversas experiencias de aprendizaje que superen el fracaso para convertirse en emprendedores e inversionistas de éxito de alto valor agregado, con impacto, que sean dinámicos y escalables.
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