Recuerdo mis inicios en el mundo laboral, cuando empecé desarrollando software en un gran departamento de informática de una multinacional. Trabajábamos más de diez desarrolladores junto a un ejército de consultores externos. Conservo gratos recuerdos de aquella época. Más tarde, después de pasar por varias empresas, acabé trabajando para un fabricante de software; eso me permitió conocer, en muy poco tiempo, muchas empresas, de diferentes sectores y de diferentes tamaños. Y aquí llevo más de 20 años. Pero actualmente como director de Marketing. ¿Extraño? … ¡pues quizá no tanto!
Analizando la trayectoria de mis compañeros de la Facultad de Informática de Barcelona, ahora ya todos entrados en la cincuentena, corroboro que mi caso no es algo excepcional. Están repartidos entre docentes, funcionarios, empresarios, consultores y otros, como yo, directivos de diferente índole.
Hace un mes aproveché una reunión con varios de estos amigos para poner a debate cómo veíamos el futuro del CIO en la sociedad. No en vano, hace ya unos años, vivimos el proceso de externalización de los departamentos de informática; momento en el que desaparecieron muchos de ellos y otros se redujeron notablemente.
En ese momento se aprovechó para sustituir desarrollos a medida obsoletos, por nuevos ERP s. Muchos necesitaron volver a realizar las mismas personalizaciones anteriores para adaptar esos ERPs a sus empresas. Y, sin quererlo, algunas empresas volvieron a quedar atrapadas en una solución obsoleta, costosa e imposible de evolucionar. Por segunda vez, no habían tenido en cuenta la necesidad de que las soluciones tenían que evolucionar al mismo ritmo que lo hace la tecnología (cloud, movilidad, inteligencia artificial…) y los continuos cambios regulatorios (año 2000, cambio al euro, Creta, SII, RGPD…).
Estas reuniones entre amigos, y profesionales, son siempre muy gratificantes. Imposible transcribir todo lo conversado. Pero comparto algunos detalles con el objetivo de que sirva, al menos, para que meditemos un poco sobre este tema.
Uno de los tópicos más comunes sobre los informáticos es que “utilizamos un lenguaje raro, incomprensible para el resto de la humanidad”. Los CIOs han tenido que trabajar duro para conseguir establecerse como intérpretes entre la tecnología y la empresa, dando apoyo a los equipos directivos que, en general, se han mantenido al margen de temas tecnológicos.
Siendo así, la duda es ¿por qué han sido los CEOs y CFOs los principales promotores del cambio tecnológico en las empresas? Estos han presionado al CIO a buscar e implantar soluciones más operativas y que redujeran la factura IT de sus empresas. Y, mientras tanto, los CIOs se mostraban reticentes a cambiar de aplicativo, a traspasar conocimiento a terceros, a dejar el mantenimiento de sus soluciones en manos “ajenas”, a perder el conocimiento. En definitiva, a perder “poder” y a ver peligrar su puesto de trabajo.
La situación actual es totalmente diferente. Nos encontramos ante un giro de 180 grados. La tecnología se ha extendido de forma abrumadora en la sociedad, y la encontramos en todos lados, en las casas, en tablets y smartphones, en los puestos de trabajo, médicos, … Algo impensable no hace tantos años.
Y, por otro lado, la globalización exige a las empresas trabajar su capacidad de diferenciación para sobrevivir, que hagan las cosas de forma “algo” diferente. Y no es fácil. Creemos que la innovación puede ser una vía. Pero se necesita innovar de forma continua y, lo más importante, establecer claramente los procedimientos para que la innovación se incorpore a los procesos internos de la empresa, de forma rápida, ágil y tantas veces como sean necesarias.
Así, el papel que juega el CIO está cambiando, de mero intermediario entre tecnología y empresa, a ser la persona que aporta la inteligencia tecnológica al servicio del negocio. Tanto para resolver temas estratégicos aplicando la tecnología, como para innovar, es decir, hacer de forma diferente las cosas a través de los cambios y/o la evolución tecnológica.
Pero ¿qué pasa con los sistemas de información?, ¿puede el CIO externalizarlos al 100%?
Nadie duda hoy en día de la necesidad de contar con un sistema de información empresarial. Pero, ante tantos y continuos cambios regulatorios y tecnológicos, y ante la necesidad de innovar y diferenciarse ¿cuál sería entonces el sistema de información ideal?
Para responder a esto, es importante analizar los sistemas de información desde dos perspectivas, que deberían confluir en último término: el core-business del negocio y el back-office.
Empezando por el back-office, es habitual que las empresas busquen un ERP que cubra sus procesos administrativos básicos: gestión de compras, ventas, almacén, contabilidad, CRM, producción…, de un fabricante confiable, y que dé garantías de evolución de la solución, tanto cambios regulatorios como derivados de la tecnología. No tiene sentido que el personal interno de IT de las empresas dedique ni un solo minuto a estos temas.
Pero si estamos hablando de la necesidad de innovar, de agilidad al incorporarla al negocio, de conseguir hacer las cosas diferentes a la de la competencia, ¿tiene sentido dejar el know-how del negocio en manos de terceros? Es aquí donde es importante contar con un departamento interno de IT, que ofrece a la empresa la autonomía para modelar y reconducir el core-business del negocio, con capacidad para adaptarlo.
¡Y mucho cuidado! ¡No tropecemos por tercera vez con la misma piedra! Ahora necesitamos que todo lo que hace el equipo interno de IT no quede obsoleto por cambios regulatorios o cambios tecnológicos importantes. El ERP nos tiene que garantizar esta evolución, la convivencia del core-business con el back-office. Todo en un mismo entorno.
Un ERP con estas características empodera al equipo interno de IT, que estará dedicado 100% al negocio, implementando e innovando. Y dirigidos por un CIO, integrado en el equipo directivo y ligado a la estrategia empresarial.
En conclusión, todos convenimos en que cada vez hablamos más de negocio y menos de tecnología. Hemos tenido que aprender y redescubrir capacidades que ni siquiera sabíamos que teníamos en aquellos maravillosos años de universidad. Si los empresarios han dejado de ser neófitos en temas tecnológicos, el CIO necesita estar preparado para entender y analizar la problemática empresarial. Si esto se cumple, ¡larga vida al CIO!
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