Acostumbramos a pensar que fuera las cosas están mejor resueltas, que somos una compañía que ha ido creciendo en función de las necesidades e incorporando en nuestro inventario de aplicaciones informáticas y soluciones a los temas en función del momento.
Algunos se han quedado y han pasado a ser el pilar para que otros aplicativos incorporen datos, o bien los analicen y nos permitan tener reportes de cómo está todo.
Así que nuestra solución si lo pensamos fríamente es una amalgama de productos de diferentes proveedores, algunas desfasadas, otras que no sabemos, pero parecen ser el eslabón entre unas y otras. El sistema “camina” pero no es lo que nos gustaría. Las personas que lo mantienen han pasado de implantar una solución para tener más tiempo libre y evolucionar nuestro sistema a estar ocupados constantemente en hacerlo funcionar.
En este punto y en un mundo industrial donde la competitividad es continua, si no cambiamos la forma de trabajo seguiremos incorporando aplicaciones, teniendo bases de datos diferentes, y lo peor información totalmente desincronizada de la realidad. Siempre esperando el momento, aquellos días en que podamos ponernos al día. Que fácil es pasearse con un navegador a la búsqueda de soluciones, y encontrar, software de todo tipo y procedencia que acaba formando parte de nuestro día a día, sin haber pasado ningún control de calidad, ni pensar si está afectando al resto de la organización. Porque está claro que debemos dejar de hacerlo, pero después de esta reflexión tenemos más dudas.
¿Cómo?, ¿Con quién?, ¿Cuánto costará?, ¿Cuándo estará?, ¿Cuánto durará?, y sobre todo mientras escogemos, diseñamos, decidimos, ¿Cómo trabajaremos?
Nos bombardean constantemente con conceptos de Industria 4.0, digitalización de empresas, internet de las cosas, redes sociales, empresariales, nos recuerdan esta asignatura pendiente, pero hay que empezar y que mejor que hacerlo con un buen planteamiento.
En este punto es donde hay que saber diferenciar los proveedores que aportan valor y soluciones, a los que solo dicen venderlas y si, tendremos una nueva solución, pero sin ningún éxito garantizado, mientras seguiremos con nuestro bricolaje digital de ir incorporando elementos, que a su vez hacen más pesada la solución, más inestable, pero la decisión de empezar es difícil.
Tenemos la balanza de la experiencia en nuestro sector tanto en implantaciones de las que uno puede presumir y disfrutarlas después para dedicarse a su negocio, y las que se eternizan y lo único que hemos conseguido es que nuestro bricolaje aumente, hemos cambiado algunos elementos, pero sigue siendo una solución de parciales que no suman, sino que le restan eficiencia a nuestra empresa. Nuestra maquina tiene una pieza de cada color y proveedor y así el fracaso está asegurado solo hay que esperar el día, o bien porqué un proveedor nos va a pedir una nueva versión de sistema operativo que será incompatible con el resto, o un cambio legal que no podremos implementar, además una lista de riesgos importantes tanto tecnológicos como operativos.
Porque tenemos tan claro cuando compramos una máquina para nuestra cadena de producción que es justamente aquella la que necesitamos, hacemos el ejercicio de ver en cuanto tiempo la vamos a amortizar, averiguamos los ajustes que tendremos que hacer en nuestro local, habrá que reforzar tal vez el suelo, contratar más potencia de energía, formar a los operarios, empezar con alguna serie de lo que fabricamos y ver resultados, tenemos claro que no vamos a comprar una maquina sin mantenimiento, ensamblada por nosotros mismos fruto de piezas de mercado, algunas obsoletas y otras de última generación, y compraremos herramientas para su montaje que no sabemos exactamente cómo funcionan, pero nuestra alegría más algún acto heroico, creemos que nos dará un éxito seguro. ¿Verdad qué no? ¿A qué es una apuesta a caballo perdedor?
La única forma de terminar con el bricolaje continuo en nuestro sistema, las hojas de cálculo satélites, las dobles y triples comprobaciones, los ficheros viajando por nuestra red, la dependencia de que nuestros colaboradores saben una parte del proceso pero no el todo, es incluir nuestras reglas de negocio en un nuevo sistema ERP, que no tenga dependencia tecnológica, que tenga posibilidad de evolución continua, como nuestro negocio, que la documentación necesaria viaje con él, que este conmigo donde vaya, que no dependamos de que el proveedor sea el único que conoce el sistema y acabe formando parte de nuestra organización a un coste elevado.
La única forma es contratar un proveedor solvente en el mercado con experiencia en la gestión de un proyecto de implantación de un ERP, con todo esto habremos terminado de una vez en estar en el casi, casi, casi a tener un siempre sin problemas tengo lo que necesito en el momento oportuno.
Relaciones con proveedores, con clientes, estado de las ofertas, pedidos, pedidos pendientes, sugerencias de compra, estado de la planta, que estoy produciendo, cuando termina, que me costará, etc.
Ya es hora de que hagamos un planteamiento interno de ir a por el todo y dejar de trabajar, probar e inventar con nuestro sistema.
La digitalización empresarial ha dejado de ser un lujo, una excepción, un coste, a ser una inversión, una maquina más de las que tenemos en la planta que dialoga con ellas y se ha incorporado a nuestro día a día.
¿O cada día no es lo primero que hacemos? sentarnos delante de nuestra pantalla. Pues que sea una ventana a nuestra realidad y nos ayude a tomar decisiones y mejorar nuestra eficiencia empresarial.
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