Antes de hablar de competir, detengámonos un momento en el concepto ética. Y no lo hago para establecer un relativismo moral, sino para destacar que es más complicado de lo que parece el enarbolar la ética como si fuera un concepto claro y sagrado.
Me explicaré. En esta reflexión me referiré a la ética como los criterios básicos en los que se sustenta nuestra toma de decisiones. Es decir, aquello que nos impulsa a tomar las decisiones que tomamos, la base moral, lo que justifica la toma de esas decisiones ante nosotros mismos. Y digo «ante nosotros mismos» porque, para justificarlas ante la sociedad, está el cumplimiento de la legislación vigente, aquello que regula qué comportamientos son legales o ilegales y no entra en criterios de comportamientos éticos o no éticos.
La ética depende del entorno y las circunstancias
Pues bien, al reflexionar sobre estos criterios íntimos a los que recurrimos para fundamentar nuestras decisiones me temo que, en unas pocas líneas, quedará de manifiesto que no debiéramos hablar de una sola ética, en singular, sino de un conjunto de éticas, en plural, que utilizamos en entornos distintos. Antes de ser acusado de relativismo moral, agradeceré al lector que piense si utiliza los mismos criterios éticos al relacionarse con su pareja, con sus hijos, con Hacienda, con la gestión del IVA a pagar en las obras domésticas, con los proveedores, con los clientes… Si se le está dibujando una sonrisa en el rostro es que ya ha comprendido por qué sugiero que el concepto de la ética es complejo y es plural.
Además, por si la gestión individual de la propia ética fuese poco, quisiera destacar también que la ética individual depende del entorno y de las circunstancias. Veamos dos ejemplos.
El primero, a nivel individual. Hace un par de años di una conferencia sobre ética en un país de Centroamérica ante jóvenes en riesgo de exclusión destacando la conveniencia del cumplimiento de la ley, casi hablaba de un cierto imperativo moral (alineado con eminentes filósofos europeos de hace unos siglos). Una joven me interrumpió y me dijo: «No se equivoque profesor, usted cumple la ley porque puede permitírselo». Y me habló de su compañero que había emigrado dos veces a través de México (viajó 4.000 kilómetros de manera ilegal en un tren llamado La Bestia, donde algunos de los hombres que emigran mueren y las mujeres que lo intentan son violadas sistemáticamente) para entrar ilegalmente en los Estados Unidos y, al ser detenido y encarcelado, deportado de nuevo a su país. Todo ello, no para delinquir, sino para encontrar un trabajo y poder enviar remesas de divisas a su familia en el país de origen.
Y veamos un ejemplo profesional. Si el lector se encontrase, por ejemplo, en un entorno imaginario donde, para conseguir determinados contratos clave para su empresa fuese práctica habitual el pago de comisiones en el extranjero a determinados individuos con capacidad de decisión, ¿qué haría? ¿Volver a casa sin el pedido y cumplir con la ética (y con la legalidad) o asumir comportamientos éticamente deplorables y correr riesgos legales para conseguir un pedido estratégico para su compañía?
Cada uno contestará a estas y otras preguntas con sus propios criterios y según sus circunstancias, su grado de libertad… Yo, no lo juzgaré, al final yo soy otro lector que también se ha movido por distintos entornos y circunstancias.
Ética y sostenibilidad empresarial
Sobre lo que sí parece interesante reflexionar es que, aun teniendo en cuenta las dificultades y multiplicidad de comportamientos éticos sobre los que venimos reflexionando, quizás convendría relacionar estos comportamientos con sus consecuencias a corto, medio y largo plazo, es decir, la relación de la ética (por compleja y difusa que pueda parecer) y la sostenibilidad de un determinado proyecto empresarial.
Lo abordaré desde dos perspectivas. Por un lado, está la justificación de la práctica habitual. Las empresas y los sectores tienen unos comportamientos establecidos durante décadas que justifican y dan continuidad a otros comportamientos similares, por poco éticos o, incluso, ilegales que parezcan. (Si el lector cree que exagero, le invito a hacer una búsqueda en internet sobre «multas multimillonarias por actos ilegales» seguido de su sector, del nombre de una determinada empresa, o variantes de estas alternativas.) Estas prácticas habituales crean una cultura y suelen arrastrar a los y las líderes a continuar con las mismas. Si bien la crueldad de este continuismo solo aparece cuando dichas prácticas son denunciadas o descubiertas y, entonces, se persigue individualmente al infractor y se multa a la empresa. Y ahí se abre la caja de Pandora.
La otra perspectiva es más pragmática, más aterrizada. Durante mi carrera profesional, he firmado mi adhesión a muchos códigos éticos. El que más me gustó es uno cuyas dos preguntas estrella, para decidir si hacías algo o no, eran: ¿Cómo se sentiría si su familia supiese lo que está a punto de hacer? ¿Cómo se sentiría si lo que va a hacer apareciese publicado en la portada de su diario local?
Y a partir de aquí hablaré de ética y sostenibilidad. Si no quiere que algo se sepa, solo hay una manera de conseguirlo: no lo haga. Tendrá que valorar y definir qué grados de libertad tiene para enfrentarse a determinadas realidades, tendrá que luchar contra prácticas habituales, tendrá que contestarse qué precio está dispuesto a pagar, tendrá que asumir qué comportamientos ayudarán, de verdad, a la sostenibilidad del proyecto empresarial en el que está inmerso, tendrá, en definitiva, que dirimir los dilemas éticos que, de manera recurrente, vendrán a su mesa.
Desde mi perspectiva, habrá que luchar para que comportamientos realmente éticos (alineados, por ejemplo, con el triple impacto: económico, social y medioambiental) planten una cruenta batalla contra las prácticas habituales y extendidas. Si tengo que ser honesto, el resultado de tal confrontación se me antoja incierto. No obstante, cada uno de nosotros librará sus batallas individuales y es ahí donde la sostenibilidad empieza y es ahí a donde va dirigida esta reflexión. ¿Quién soy yo? ¿Cuál es mi tarea? ¿Qué es lo correcto? Serán preguntas éticas sobre las que fundamentar la sostenibilidad propia y la de nuestras organizaciones.
No será fácil, pero será intenso…
- Resolviendo conflictos: ¿y si el responsable de los conflictos con los demás fuese yo? - 22 de agosto de 2022
- Gestión de crisis. ¿Y si fuese necesario estar dispuesto a pagar un precio por aquello que queremos preservar? - 13 de junio de 2022
- ¿Y si fuese necesario vincular la transformación digital con la transformación cultural? - 17 de febrero de 2022